Como hemos visto, las condiciones de vida en la región, a excepción de la de la nobleza acaudalada y del clero, eran precarias, por ello, a partir de la Edad Moderna y hasta el siglo XX se produjo una emigración masiva de gentes que salían de nuestra comunidad en busca de fortuna. Las Indias de América fue un destino frecuente, por lo que a estos emigrantes se les conoció con el nombre de indianos, quienes en algunas ocasiones desempeñaban una importante acción benefactora cuando regresaban a su tierra natal. Es el caso de muchos de los cayoneses que aquí se relacionan, otros se mencionan porque destacaron en sus campos profesionales, quedando su labor como testimonio de su recuerdo:
Pedro Manuel Cobo Bustamante
Regresó a España en el año 1885 a la edad de cuarenta y un años y contrajo matrimonio con doña Laura Isidora Abascal Cobo. Al año siguiente, el matrimonio trasladó su domicilio a Santander, lugar donde continuaría con sus negocios y donde nacerían sus hijos. El 22 de septiembre de 1899, según consta en el Registro Mercantil de Santander, fundó con otros socios el Banco Mercantil. En su localidad realizó varias obras para la mejora de la calidad de vida de los vecinos y vecinas. Y así, sufragó todos los gastos de exhumación de restos del antiguo cementerio, situado junto a la parroquia, así como los requeridos por la inhumación en la nueva ubicación, a la que aportó un terreno de su propiedad. Asimismo, financió, junto con el señor Montero, las obras de reconstrucción de la iglesia parroquial de Esles, razón por la cual ambos disponen de sendas placas conmemorativas.
Uno de sus proyectos más soñados lo llevó a cabo en 1926, cuando adquirió unos terrenos para construir las escuelas de Esles de Cayón, que además dejó listas para su inmediata utilización al dotarlas de todo el material escolar preciso. El 27 de febrero de 1930, respondiendo a la petición realizada por el alcalde, don Higinio Gómez Rapado y el secretario don Vicente Ramos Santos, fue colocado un reloj en la torre del recientemente construido Ayuntamiento de Santa María de Cayón, cuya adquisición y colocación él mismo costeó. El 20 de septiembre de 1928 el pleno de la corporación acordó solicitar para su persona la concesión de la cruz de Alfonso XII y el 2 de noviembre de 1929, en sesión plenaria, la Corporación Municipal le nombró Hijo Predilecto del Real Valle de Cayón. Finalmente, el 17 de marzo de 1930, a la edad de ochenta y cinco años, Pedro Manuel murió en su domicilio de la calle Gómez Oreña, siendo enterrado en el cementerio de Esles de Cayón junto a su esposa, previamente fallecida.
Juan Sixto García de la Prada
Más tarde, el remio de Lienzos le designó para que le representara y formara parte de la Junta que dirigiría las empresas de la Casa Diputada de los Cinco Gremios Mayores de Madrid. Destacó igualmente en las finanzas durante los años 1779, 1780 y 1781, en los que desempeñó funciones de vocal en dicha Junta, por lo que fue elegido en 1782 Secretario Contador. La buena gestión de don Juan Sixto García de la Prada y sus compañeros en la Junta de Gobierno de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, marca el período más próspero de la historia de estas corporaciones. Este servicio mereció que Carlos III, en 1785, entregase a la entidad en agradecimiento a su trabajo, varios asuntos y fábricas de importancia, según consta en la Certificación de las Reales Órdenes y Resoluciones de S.M. Años después, en 1794, Carlos IV condecoró a don Juan Sixto García de la Prada con la Cruz de Carlos III, quien le dio el señorío sobre el término de Camporreal.
Don Juan Sixto García de la Prada también se ocupó de las necesidades de los más desfavorecidos, prueba de ello fue su actuación para remediar los daños ocasionados por el incendio que se desarrolló en la noche del 16 de agosto de 1770 en la Plaza Mayor de Madrid, cuando entregó el mayor de los donativos que se recibió al efecto: veinte mil reales. Igualmente, en el Valle de Cayón también llevó a cabo acciones de ayuda en épocas de escasez, como ocurrió en 1788 en La Penilla, cuando socorrió a los vecinos proporcionándoles el grano que necesitaban para mantenerse.
Eusebio Gómez García y Justina Berdia López
En 1923 retornó al Valle de Cayón, donde conoció a Justina Berdia López, profesora de Educación General Básica y de piano, con la que contrajo matrimonio en 1924. En 1935 se retiró de sus negocios en Méjico, aunque permaneció durante varios años en aquella nación al lado de los suyos hasta que, en 1946, retornó definitivamente a Cantabria. De acuerdo con su esposa, decidió, en 1963, erigir el templo parroquial de Sarón con todos los servicios precisos: casa parroquial, salón de catequesis, sala de conferencias, sonorización, órgano, ornamentos, etc., siendo consagrado en 1966. Don Eusebio ofreció su ayuda habitualmente a la parroquia de la Asunción en Santander, a la obra de San Martín, a Cáritas Diocesana, al Asilo de San Cándido y al Hogar Santa Lucía, entre otras instituciones benéficas.
Fue premiado con la Medalla de Plata al Mérito Provincial, el 28 de marzo de 1966 y la Santa Sede le nombró, en 1974 Caballero de la Orden de San Silvestre Papa en agradecimiento a todas las obras benéficas que realizó durante su vida. El Ayuntamiento de Santa María de Cayón, en reconocimiento a sus acciones, ha dado el nombre de Don Eusebio Gómez García y de Doña Justina Berdia López a dos avenidas adyacentes de su casco urbano. Además, el matrimonio Gómez-Berdia, siempre preocupado por el desarrollo y la promoción cultural de su tierra, dejó una fundación en beneficio del pueblo (FUNDEGO).
Fernando González-Camino y Aguirre
Como historiador publicó Las Asturias de Santillana en 1404 (1930), La escultura funeraria de la Montaña (1934) y Las reales fábricas de artillería de Liérganes y La Cavada (1972). También fue autor de numerosos artículos y monografías, entre los que destacan: “Bibliotecas medievales montañesas”, en Homenaje a don Miguel Artigas (1932) y “Castillos y fortalezas de Santander” en La Revista de Santander (1930). Fue miembro del Centro de Estudios Montañeses y consejero de número de La Institución Cultural de Cantabria.
Francisco González-Camino y Aguirre
Nació en Esles de Cayón en 1899, y murió trágicamente durante la guerra civil, fusilado en Bilbao, a principios de 1937. Con él se perdió uno de los mejores estudiosos de la historia regional de Cantabria. Durante la Dictadura de Primo de Rivera se adhirió a la Unión Patriótica Montañesa, siendo diputado provincial en 1924 y 1925 por el distrito de Santander. Fue vicepresidente de la Diputación Provincial, cargo al que renunció en 1924.
Fue fundador y primer secretario del Centro de Estudios Montañeses. A pesar de su corta vida, publicó numerosos estudios de historia regional, sólo en La Revista de Santander aparecieron en tres años (1930-1933) dieciséis extensos y documentados artículos, entre los que destacamos: “Santander durante la guerra de la Independencia”, “Relaciones entre el Ayuntamiento de Santander y la Cofradía de Mareantes de San Martín de la Mar durante los siglos XV y XVI” y “La estancia en Santander de la Legión Auxiliar Británica”. En la revista Altamira (1945-1946) apareció un extenso artículo titulado: “Las juntas de Puente San Miguel de 1779 a 1815”. En 1934 fue coautor, junto con E. Ortiz de la Torre, el marqués de Saltillo y Fernando González-Camino y Aguirre, de la obra La escultura funeraria de La Montaña.
Juan Antonio Gutiérrez de la Concha y Mazón
En 1802 regresó a España para preparar la edición del Curso de Matemáticas de Gabriel de Císcar y poco después, ya en América, tras la victoria sobre los ingleses, fue nombrado gobernador e intendente de la provincia del Tucumán en Córdoba, en el Virreinato de Argentina. No obstante, aún hubo nuevos enfrentamientos con los británicos por el dominio de estas regiones que acabaron con una nueva derrota del ejército inglés y que le valió a Gutiérrez de La Concha el ascenso a brigadier de marina. Sucesos independentistas acaecidos el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, le obligaron a retirarse junto a don Santiago de Liniers al Alto Perú (Bolivia), donde, traicionados por los guías, fueron capturados por tropas enviadas por la Junta Gubernativa. Condenados a muerte, fueron fusilados el 26 de agosto en la Pampa del Monte de los Papagayos y sus cadáveres fueron sepultados en secreto bajo la palabra Clamor, formada por las iniciales de sus apellidos. Desde 1864 sus restos reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
Toribio Hernández de Lloreda
Testó el 22 de diciembre del año 1600 legando una manda para el hospital de españoles de Manila y otra para el de los nativos. Fundó una capellanía en la iglesia de Santocilde, en San Román de Cayón, a la que donó 330 pesos para los gastos de la iglesia y 200 para la capilla. Dejó además 100 ducados para que se construyera un humilladero en Peña Alseda, 200 ducados para que el capellán se hiciera una casa junto a la iglesia con espacio para una escuela y terreno para que jugaran los niños; asimismo, donó 30 ducados para contratar a un maestro.
José Antonio de la Pedreguera y Obregón
Nació en Santa María de Cayón en 1768. Emigró a Méjico donde fue coronel de las milicias provinciales de Jalapa, en Puebla de los Ángeles. Alcanzó el grado de teniente coronel de Infantería de Córdoba y Jalapa. Testó el 23 de Marzo de 1795 ante Ignacio José Justiciaño. Su hijo, José Manuel de la Pedreguera Morales, nació en Jalapa, fue guardia de Corps, caballero de Alcántara y heroico defensor de Madrid. Asimismo, llegó a desempeñar el cargo de Consejero de Estado.
Ramón Pereda Saro
Francisco Antonio Pérez de Soñanes
María Saro Alonso
Marcial Solana y González Camino
Algunas de sus obras más conocidas son: La resistencia a la tiranía, según la doctrina de los tratadistas del Siglo de Oro español…(1933), Estudios sobre el Concilio de Trento en su cuarto centenario, Valor teológico de la tradición, Un abad santanderino en el Concilio de Trento (1946), Historia de la Filosofía española. Época del Renacimiento (siglo XVI) (1940-41), obra premiada por la Asociación para el Progreso de las Ciencias con el “Premio Echegaray”, Balmes y La Montaña (1949), El Arzobispo don Joaquín de Santiyán, según sus cartas íntimas (1932), y un largo etcétera. A su muerte legó todos sus bienes al Obispado de Santander, para que sirviera de redotación de una Obra Pía de Sufragios por él establecida en vida. La Biblioteca del Real Seminario de Santa Catalina del Monte Corbán ha dedicado una sala especial a los selectos libros de la biblioteca de Marcial Solana, como homenaje a este polígrafo montañés.