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Historia del Valle

 TURISMO EN FAMILIA 

"Carla y los pequedetectives " 🧐🧐🧐de Cristina Hernández, con la participación de Verónica García (Villa Josefa) y Arturo Bravo, autor del trabajo sobre los relojes de sol en el municipio.
 
CARLA CUENTO ¿QUIERES SER UN PEQUEDETECTIVE?
 Plano de la zona y los alrededores con propuestas de excursiones familiares
 

                                                                                                                            HISTORIA DEL REAL VALLE DE CAYÓN                                                                       

 

La Prehistoria y la Edad Antigua


Podemos suponer que nuestro Valle fue habitado, o al menos conocido por el hombre del paleolítico, de hace aproximadamente 100000 años, pues sabemos que estas personas de costumbres nómadas ocupaban la zona costera y los valles bajos de la región. De esta época son, por ejemplo, algunos restos encontrados en la Cueva del Castillo en Puente Viesgo. Así mismo, hace unos 30000 años, durante el Paleolítico Superior, además del desarrollo artístico plasmado en varias cuevas de la región, como la ya citada del Castillo se sabe que hubo ocupación humana en un municipio limítrofe al de Cayón, en Villaescusa, donde se hallaron vestigios del homo sapiens sapiens en la Cueva del Morín.

El final del paleolítico coincidió con un cambio climático lo que produjo importantes novedades, se comenzó a cultivar la tierra, a domesticar los animales y a realizar objetos de cerámica y piedra pulimentada. Pero aún de mayor interés resultó el descubrimiento de la metalurgia que dio lugar a la Edad de los Metales. De esta época se han encontrado objetos próximos al Valle de Cayón como en La Peñona (La Concha de Villaescusa) y en La Castañera (Obregón) donde se ha extraído material lítico, objetos metálicos y restos cerámicos. 

Precisamente durante esta época se formó el pueblo cántabro (foto), cuya presencia se creyó limitada al sur de nuestro región, sin embargo más tarde se ha comprobado que los cántabros también asentaron sus castros al norte de la cordillera tal como lo demuestra el castro de Castilnegro en Peña Cabarga. Este hecho unido al hallazgo en Cabárceno de un caldero de fabricación irlandesa o británica, confirma que los cántabros mantenían relaciones con otros pueblos, lo que significa que este pueblo guerrero, estructurado en tribus y clanes, con una religión politeísta, supuestamente desconocedores de la escritura y cuya lengua ignoramos ocupó nuestro valle.

En el año 218 a.C. los romanos llegaron a la Península Ibérica y entre los años 29 y 19 a.C se desarrollaron las Guerras Cántabras. Durante los cuatro siglos que nuestra región estuvo sometida a Roma adoptó la lengua latina junto con los modelos culturales y religiosos romanos. A pesar de todo la romanización y posterior cristianización fueron muy superficiales en Cantabria, prueba de ello es un ara dedicada al dios cántabro Erudino datada en el 319 d.C. que apareció en el Pico Dobra (Torrelavega) no lejos del Valle de Cayón. Tampoco fue profunda la invasión germánica, que en nuestra región no se produjo hasta el s. VI, de modo que, durante este siglo y medio de independencia, Cantabria recuperó sus tradiciones.

 


 

La Alta Edad Media

La profunda crisis y la debilidad del Imperio Romano hicieron que las invasiones de los pueblos germánicos, entre los que se encontraban los suevos, los vándalos y los visigodos se dirigieran a la península, comienza entonces un vacío de poder que perduraría hasta el dominio visigodo. Fue bajo el reinado de Ervigio (680- 687) cuando se creó el ducado de Cantabria, coincidiendo con el periodo de mayor difusión del cristianismo en este territorio.

Con la llegada de los musulmanes la situación sufrió un giro que puso fin al dominio visigodo. Muchos de sus nobles y altos clérigos se vieron obligados a refugiarse en las montañas del norte, donde nunca llegó a establecerse el poder musulmán.

Comenzó entonces a fraguarse un nuevo poder político y una nueva cultura con la formación del Reino de Asturias, que emprendió una serie de batallas al otro lado de la cordillera tomando numerosos territorios desde Galicia hasta el Duero. Los habitantes de los lugares reconquistados se trasladaron al otro lado de las montañas formándose así las distintas comarcas cántabras, demarcaciones a las que durante la Edad Media no se llamará Cantabria sino que se aludirá mediante delimitaciones comarcales como las Asturias de Santillana, en las que se insertaba el Valle de Cayón, Campóo, Liébana o Trasmiera, entre otras.

Este proceso repoblador provocó una verdadera revolución socio-económica en nuestro territorio. Hasta ese momento la escasa población cántabra había fundamentado su economía en la caza, la pesca, la recolección y el pastoreo, encontrándose la agricultura en un estadio evolutivo muy primitivo. Con la llegada de los nuevos habitantes se ocuparon nuevos territorios para cultivar cereales, viñedos, frutales y huertos. Socialmente la familia nuclear cristiana sustituyó a los viejos clanes matriarcales.

Dentro de las Asturias de Santillana, uno de los pioneros en el proceso repoblador fue el territorio que forma actualmente el Valle de Cayón, debido a la influencia de sus centros religiosos, uno de ellos lo fundaron los sobrinos del obispo Quintilla, Gudvigia y Sisnando en julio del año 811, en un lugar inculto y despoblado el Monasterio dúplice de San Vicente y San Cristobal de Fístoles. Lo hicieron en presencia del mencionado obispo Quintilla y bajo el reinado de Alfonso II de Asturias. Cinco años más tarde, en el 816, el Conde Gundesindo escogió el monasterio como lugar de sepultura, al tiempo que le concedió amplias posesiones, San Martín de Sobarzo, San Vicente de Cabárceno, Santa Eulalia y San Jorge de Penagos, la villa de Totero, posesiones en Miera, San Martín de Liérganes, Santa María de Rucandio, tierras en el Valle del Pas, los monasterios de Pablo de Arce, San Julián de Mortera, Santa Eulalia de Liencres o la villa de Boo, entre otras. De este modo el monasterio se convertía en uno de los más influyentes de la región.

Nada se sabe de su extinción y ya en el año 1675 el padre Argáiz se lamentaba de la desaparición de este cenobio benedictino de cuyos restos se han hallado una necrópolis y varios vestigios alto medievales. Actualmente ocupando su lugar se encuentra la ermita del s.XVI dedicada a San Vicente Mártir (foto) perteneciente al pueblo de Lloreda.  

 


 

La Baja Edad Media y el Pleito de los Valles

Para su mejor administración el reino Astur- Leonés fue dividiéndose en varios distritos, entre los que se encontraban las llamadas merindades, espacios que se correspondían con la administración de un merino, persona con competencias fiscales y jurídicas. En la merindad de las Asturias de Santillana se había desarrollado un poblamiento estructurado en valles, villas, aldeas, lugares y concejos.

Por otro lado según fueran los vínculos establecidos existían tierras de realengo, dependientes directamente del Rey, de abadengo dependientes de un abad, solariegas dependientes de un señor y de behetría dependientes de la Corona pero subordinadas a un señor al se podía elegir y al que se debía pagar ciertos tributos.

En el Libro de Becerro de las Behetrías (foto), mandado realizar en el año 1351 por Pedro I de Castilla para conocer la condición de los territorios comprendidos entre el Duero y el Cantábrico "en el Valle de Cayón Pagasanes, La Penilla, Santa María y San Andrés eran de behetría, naturales de los Obregón y la Abadilla, behetría natural de los Ceballos. Esles también era de behetría. Sin embargo, otra obra, el Apeo de 1404 realizada igualmente para conocer los vínculos de los territorios nos permite saber cómo en aproximadamente medio siglo las referencias a los grandes linajes locales aumentaron considerablemente en detrimento de los naturales de las behetrías. Esto se debió a que los monarcas castellanos tuvieron que hacher múltiples cesiones de territorios a los caballeros que les ayudaron durante la reconquista, lo que debilitó aún más el poder de la monarquía que se encontraba inmersa en diferentes luchas dinásticas.

En las Asturias de Santillana el mejor ejemplo de expansión señorial lo protagonizó la casa de la Vega, que causó un conocido proceso, el Pleito de los Nueve Valles, que duró ciento cuarenta y seis años.

Todo comenzó el 8 de enero del año 1341, cuando Alfonso XI otorgó un privilegio a Gonzalo Ruiz de la Vega mediante el cual le asignaba los derechos que el Rey tenía sobre los Valles de Cayón, Carriedo, Villaescusa, Camargo, Cabezón y Alfoz de Lloredo. Hasta ese momento los hombres de estos valles tenían la condición de behetría, es decir que eran libres de ligarse a un señor que les protegiera a cambio de un pago. Este vínculo podía romperse en cualquier momento, lo que suponía que los lazos con la nobleza no eran muy fuertes. Además la justicia solo podía ser impartida directamente por el rey, lo que era una gran ventaja para los habitantes de estos territorios.

Con el tiempo estas posesiones fueran heredadas por Leonor de la Vega quien se casó en segundas nupcias con Diego Hurtado de Mendoza, Almirante Mayor de Castilla. En el año 1394 el Almirante obtuvo el nombramiento de Alcalde Mayor de las Merindades de las Asturias de Santillana y situó a varios merinos y alcaldes en los Valles de su señorío.

A pesar de ello Diego Hurtado de Mendoza tuvo que luchar por sus territorios ya que en 1403, el rey Enrique III concedió a su hermano el Infante Don Fernando los derechos de behetría, coincidentes con los territorios de la casa de la Vega. Finalmente Íñigo López de Mendoza, futuro Marqués de Santillana, consiguió que Juan II le otorgara definitivamente los privilegios de estos valles en 1444 y 1445, de manera que podía ejercier justicia civil y criminal. Esta situación provocó una relación muy tensa que desembocó en una guerra abierta entre los habitantes de estos valles y el Marqués de Santillana.

En 1495, Carriedo inició un largo proceso que terminó con una sentencia favorable de emancipación en 1542, animados por la decisión el 2 de mayo de 1544 los Valles de Cayón, Camargo, Villaescusa, Piélagos, Penagos, Cabuérniga, Alfoz de Lloredo, Cabezón y Reocín presentaron ante la Real Audiencia de Valladolid una demanda para recuperar su libertad, que obtuvieron definitivamente en 1581.

A través de la documentación que conforma el Pleito de los Valles sabemos que cada Concejo organizaba Juntas Generales, bien particularmente o con algún Concejo vecino. Así, sabemos que, en el Valle de Cayón, los concejos de la Abadilla, San Andrés (Argomilla), Esles, La Encina, La Penilla, Lloreda, San Román, Santa María y Totero celebraban sus Juntas Generales alrededor de las iglesias "a son de campana tañida".

 


 

LA EDAD MODERNA

Durante la Edad Moderna la economía de la región se basaba fundamentalmente en la agricultura. Se trataba de una economía autosuficiente, sin apenas excedentes y cuyos resultados dependían en gran medida de factores orográficas, climatológicas y ambientales. Así, por ejemplo, a través de un pergamino impreso en Sevilla en el año 1582, se sabe que los valles de Cayón, Toranzo, Castañeda, así como Santander y Santillana, se vieron asolados por una avenida de aguas que provocó la muerte de numerosas personas y numerosos daños, obligando por ejemplo a la reconstrucción y reparación del puente de Santa María de Cayón multitud de veces (foto). De la misma forma, a mediados del s. XVI, una plaga de roedores destruyó las cosechas de los valles de Cayón y Toranzo. Con esta frágil economía, las transacciones comerciales se realizaron mediante el intercambio de mercancías y el pago en especie. Salvo algunas excepciones, la mayoría de los habitantes del Valle eran propietarios de la tierra cultivada. Sin embargo, era frecuente que, debido al reducido tamaño de sus posesiones, explotarán otros terrenos en régimen de aparcería.

La ganadería del municipio tenía carácter complementario respecto a la agricultura, del ganado vacuno se aprovechaban su carne y su leche, pero careciendo de la especialización actual. En cambio el ganado porcino era una parte muy importante de la dieta, se explotaban en régimen ambiental, los cerdos de cada pueblo se guardaban en piaras comunes en los montes concejiles. Asimismo entre el ganado había caballos y asnos.

Por lo que respecta a otro tipo de actividades, en los siglos XV y XVI las más importantes en nuestro Valle fueron las relacionadas con el hierro, debido a la cercanía con la mina de Cabárceno de la que se extraía este mineral, como por la presencia del río Pisueña, cuyas corrientes de agua permitían el movimiento de fuelles y martillos en las ferrerías. Además, el Valle de Cayón disfrutaba de abundantes masas forestales, necesarias  para la elaboración de carbón vegetal con el que fundir el hierro. Por la documentación, sabemos que en el valle hubo numerosas ferrerías a partir del siglo XV, en Lloreda, La Abadilla, Santa María, Argomilla y San Román. Sin embargo, la Corona en su afán rearmamentístico impuso restricciones en cuanto al aprovechamiento de los montes, lo que hizo que muchas de ellas tuvieran que cerrar provocando con ello la ruina en numerosas familias. Fue este motivo por el que las masas forestales en la zona oriental de la región (Cayón, Trasmiera, Ruesga, Soba, Toranzo, Villaescusa, Castañeda, Piélagos, Penagos, Carriedo, San Roque de Riomiera) comenzaron a desaparecer ya que además de abastecer a los Reales Astilleros de Guarnizo, al formar parte de la jurisdicción inclusa para la dotación de las Reales Fábricas de Cañones de Liérganes y La Cavada (foto) se requeriría de mucha madera.

Otras instalaciones relacionadas con el hierro eran las fraguas, que pertenecían a los concejos que a su vez las arrendaban a herreros para que realizaran y reparasen azadas, martillos, hoces y otros aperos. En esta época también eran muy frecuentes los molinos harineros. En el Valle de Cayón existían, entre otros, el molino de Pedro, el Vigilante, hoy en ruinas, en Ruda; en Santa María el Molino de Cantera, aún en funcionamiento, el Molino del Puente, en el barrio de la Hoz el de Cilio, el "Molino caído" detrás de la iglesia, en la Encina el Molino de Torrentero en el Suscuaja y el de Ruedas en el río Pisueña; en la Penillla el molino de Gregorio Cuesta, hoy de Carlos Cabello; en la mies de Riaño, en Las Ventas, el Molino de Concejo; en San Román el del Tío Miguel, uno de la casa Arenal en Pico Peña y un molino de 1684 de la casa Ceballos; en Esles el Molino de Parayas, en Valle, en Lloreda el Molino de Valle, el Molino de Fernandón, aún en pie, en el barrio de Bascoña y cerca otro regentado por una mujer a la que llamaban "La Torrenda"; en la Abadilla el Molino de Arzón de la casa Arenal, etc.

Entre estas profesiones destacaron los artesanos, algunos de los cuales fueron maestros cotizados a mediados del s. XVII llegando incluso a crear escuela. Sabemos que en 1638 el pintor de Esles Alfonso Bernes recibió el encargo de terminar las labores de pintura de la iglesia de San Andrés de Argomilla, que Francisco de la Sierra, también de Esles, era un importante escultor y ensamblador o que Francisco Castañera Ceballos, doró el retablo mayor de Nuestra Señora de Valencia, en Renedo de Piélagos.

 


 

Edad Contemporánea

El siglo XIX se inició en España con la Guerra de la Independencia en el año 1808, cuatro años más tarde se produjo la expulsión de los franceses de nuestro país y se promulgó la Constitución por parte de las Cortes de Cádiz, iniciándose un conflicto entre liberales y realistas que se extendería durante todo el siglo. En los años 1833 y 1834, durante la regencia de Espartero y estando Isabel II en el trono, se produjo una reorganización del territorio nacional en provincias y municipios que supuso la superación de la estructura territorial del Antiguo Régimen y la desaparición de las viejas jurisdicciones (merindades, corregimientos...). A esta reestructuración responde la unión en 1835 de Santa María y Argomilla en un solo ayuntamiento integrado en el partido judicial de Villacarriedo (desde 1822 estos dos pueblos habían estado separados en dos ayuntamientos, dentro del partido judicial de Ontaneda).

Aunque durante este período subsistían los métodos agrícolas y ganaderos tradicionales, a finales del s. XIX los ganaderos pasiegos importaron las primeras vacas frisonas con las que se inició la especialización lechera. Este sistema de ganadería intensiva supuso la extinción de la vaca autóctona, la adaptación del suelo para praderías y la privatización de los terrenos comunales que se parcelaron y en los que fue frecuente la construcción de cabañas de las que aún encontramos ejemplos. Testimonio de este auge de la ganadería fue sin duda la feria de ganado vacuno que se celebraba todos los 11, 22 y último día de cada mes en el robledal de Sarón, hoy conocido precisamente por este hecho como “El Ferial”.

Otra especie, esta vez botánica, que contribuyó a modificar el paisaje de nuestro Valle fue el eucalipto, procedente de Australia e introducido en nuestra región en el s.XIX. Su rápido crecimiento propició su plantación intensiva que, a pesar de sus fatales consecuencias para el terreno, fue demandada por la industria maderera (los eucaliptos del monte Carceña, por ejemplo, comenzaron a cultivarse desde la década de los 40 para abastecer a la fábrica de celulosa Sniace).

El reinado de Alfonso XII fue una época de estabilidad política que propició las mejoras en las comunicaciones y la industrialización. Se construyeron carreteras, como la Nacional La Coruña-Bilbao que supondría, por su estratégica situación en un cruce de carreteras, el impulso definitivo de un incipiente barrio de La Abadilla, Sarón, pronto el más importante centro económico y comercial del municipio.

Asimismo, de enorme importancia fue la construcción de líneas de ferrocarril, como la vía estrecha Ontaneda-Astillero, inaugurada en 1902, y con parada en dos pueblos del municipio, La Penilla y Sarón. Esta línea de ferrocarril tuvo gran incidencia en el valle, constaba de casi 35 Km. de longitud y en un principio fue diseñada para trasladar a los viajeros que buscaban descanso en los balnearios de Puente Viesgo, Ontaneda y Alceda. Sin embargo, no sería hasta la creación del llamado “tren mixto” que transportaba ganado, que su repercusión en el valle fuera significativa, pues fue entonces cuando las mencionadas ferias celebradas en Sarón cobraron gran importancia en la región. Con la llegada de la democracia se produjo una gran transformación social, la popularización del automóvil hizo que el uso del transporte público fuera en decadencia hasta que el 15 de noviembre de 1976 el tren Ontaneda-Astillero dio su último viaje.

En 1905 se produjo un hecho de especial trascendencia para el valle de Cayón, ya que en ese año se instaló en el pueblo de La Penilla la empresa láctea Nestlé. Los factores que determinaron la elección de este pueblo a pesar de la lejanía de los principales focos industriales fueron varios: el clima lluvioso, la posibilidad de crear en los alrededores una numerosa cabaña ganadera que abasteciera sus necesidades productivas, la proximidad del río, la presencia de una estación ferroviaria que aseguraba el transporte de productos y la posibilidad de obtener en la zona gran número de trabajadores.

La instalación de la Nestlé supuso una auténtica revolución en todos los aspectos, y no solo en el económico, condicionando la vida de muchas familias. Por ejemplo, la empresa dotaría al municipio de un nuevo ayuntamiento en el año 1929 (foto). Con la creación de la fábrica nació la figura del llamado “obrero mixto”, es decir, trabajador industrial que en su tiempo libre complementaba su salario manteniendo una explotación ganadera familiar. Este hecho propiciaría que los niveles de renta del municipio fueran de los más elevados de la región. Sin embargo, las restricciones a la producción lechera nacional que por excedencia impuso la entrada en la CEE en 1986, daría fin a esta situación de pluriempleo. Desde entonces, el número de explotaciones ganaderas ha descendido considerablemente aunque, debido a los avances tecnológicos han mejorado los métodos de ordeño y mantenimiento del ganado.

En los últimos años cobran importancia en el municipio el sector secundario y el terciario, representado especialmente en aquellos núcleos donde la población ha aumentado. Uno de estos núcleos es Sarón que, junto con La Penilla, ha experimentado un enorme crecimiento, convirtiéndose ambos en focos comerciales del municipio.

 

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