LA EDAD MODERNA
Durante la Edad Moderna la economía de la región se basaba fundamentalmente en la agricultura. Se trataba de una economía autosuficiente, sin apenas excedentes y cuyos resultados dependían en gran medida de factores orográficas, climatológicas y ambientales. Así, por ejemplo, a través de un pergamino impreso en Sevilla en el año 1582, se sabe que los valles de Cayón, Toranzo, Castañeda, así como Santander y Santillana, se vieron asolados por una avenida de aguas que provocó la muerte de numerosas personas y numerosos daños, obligando por ejemplo a la reconstrucción y reparación del puente de Santa María de Cayón multitud de veces (foto). De la misma forma, a mediados del s. XVI, una plaga de roedores destruyó las cosechas de los valles de Cayón y Toranzo. Con esta frágil economía, las transacciones comerciales se realizaron mediante el intercambio de mercancías y el pago en especie. Salvo algunas excepciones, la mayoría de los habitantes del Valle eran propietarios de la tierra cultivada. Sin embargo, era frecuente que, debido al reducido tamaño de sus posesiones, explotarán otros terrenos en régimen de aparcería.
La ganadería del municipio tenía carácter complementario respecto a la agricultura, del ganado vacuno se aprovechaban su carne y su leche, pero careciendo de la especialización actual. En cambio el ganado porcino era una parte muy importante de la dieta, se explotaban en régimen ambiental, los cerdos de cada pueblo se guardaban en piaras comunes en los montes concejiles. Asimismo entre el ganado había caballos y asnos.
Por lo que respecta a otro tipo de actividades, en los siglos XV y XVI las más importantes en nuestro Valle fueron las relacionadas con el hierro, debido a la cercanía con la mina de Cabárceno de la que se extraía este mineral, como por la presencia del río Pisueña, cuyas corrientes de agua permitían el movimiento de fuelles y martillos en las ferrerías. Además, el Valle de Cayón disfrutaba de abundantes masas forestales, necesarias para la elaboración de carbón vegetal con el que fundir el hierro. Por la documentación, sabemos que en el valle hubo numerosas ferrerías a partir del siglo XV, en Lloreda, La Abadilla, Santa María, Argomilla y San Román. Sin embargo, la Corona en su afán rearmamentístico impuso restricciones en cuanto al aprovechamiento de los montes, lo que hizo que muchas de ellas tuvieran que cerrar provocando con ello la ruina en numerosas familias. Fue este motivo por el que las masas forestales en la zona oriental de la región (Cayón, Trasmiera, Ruesga, Soba, Toranzo, Villaescusa, Castañeda, Piélagos, Penagos, Carriedo, San Roque de Riomiera) comenzaron a desaparecer ya que además de abastecer a los Reales Astilleros de Guarnizo, al formar parte de la jurisdicción inclusa para la dotación de las Reales Fábricas de Cañones de Liérganes y La Cavada (foto) se requeriría de mucha madera.
Otras instalaciones relacionadas con el hierro eran las fraguas, que pertenecían a los concejos que a su vez las arrendaban a herreros para que realizaran y reparasen azadas, martillos, hoces y otros aperos. En esta época también eran muy frecuentes los molinos harineros. En el Valle de Cayón existían, entre otros, el molino de Pedro, el Vigilante, hoy en ruinas, en Ruda; en Santa María el Molino de Cantera, aún en funcionamiento, el Molino del Puente, en el barrio de la Hoz el de Cilio, el "Molino caído" detrás de la iglesia, en la Encina el Molino de Torrentero en el Suscuaja y el de Ruedas en el río Pisueña; en la Penillla el molino de Gregorio Cuesta, hoy de Carlos Cabello; en la mies de Riaño, en Las Ventas, el Molino de Concejo; en San Román el del Tío Miguel, uno de la casa Arenal en Pico Peña y un molino de 1684 de la casa Ceballos; en Esles el Molino de Parayas, en Valle, en Lloreda el Molino de Valle, el Molino de Fernandón, aún en pie, en el barrio de Bascoña y cerca otro regentado por una mujer a la que llamaban "La Torrenda"; en la Abadilla el Molino de Arzón de la casa Arenal, etc.
Entre estas profesiones destacaron los artesanos, algunos de los cuales fueron maestros cotizados a mediados del s. XVII llegando incluso a crear escuela. Sabemos que en 1638 el pintor de Esles Alfonso Bernes recibió el encargo de terminar las labores de pintura de la iglesia de San Andrés de Argomilla, que Francisco de la Sierra, también de Esles, era un importante escultor y ensamblador o que Francisco Castañera Ceballos, doró el retablo mayor de Nuestra Señora de Valencia, en Renedo de Piélagos.